Balú ya no le tiene pánico a los pirotécnicos

Balú es una perra de raza mezclada de 4 años que cada fin de año sufría ataques de pánico a causa de los pirotécnicos. Un día, en su desesperación, el dueño decidió llevársela en el auto, con el resultado que la perra destruyó el interior del vehículo al no poder huir ante los ruidos.

No solo Balú, cada fin de año, desde las Navidades hasta los primeros días de enero, muchas mascotas sufren ataques de pánico a causa de los pirotécnicos. La pirotecnia provoca taquicardia, temblores, falta de aire, náuseas, aturdimiento, pérdida de control y, en varios casos, infartos. Cada año podemos leer en las noticias los casos de muertes de mascotas.

Los fuegos artificiales y los estallidos son estímulos muy fuertes que se producen repentinamente, son imposibles de predecir y no siguen un patrón definido. Esta imprevisibilidad puede provocar un sentimiento de pérdida de control y el perro no encuentra los medios para recuperar su balance emocional. El miedo a las detonaciones es una emoción, un estado emocional sumamente desagradable. Es esencial para la supervivencia y por lo tanto pertenece a las características biológicas básicas de nuestros perros. Sin la posibilidad de sentir miedo ante un peligro o amenaza y de reaccionar de forma apropiada, ningún animal podría sobrevivir mucho tiempo.

Los perros jóvenes, debido a su alto nivel hormonal de estrés, y los perros mayores, que tienen cada vez más dificultad en clasificar los ruidos debido a la pérdida gradual de su capacidad auditiva, son más susceptibles a desarrollar una ansiedad ante los ruidos fuertes.

El tratamiento para el problema de este pánico de Balú consistió de dos fases: habituación y desensibilización así como contracondicionamiento. Durante la fase de habituación y desensibilización de varias sesiones, usamos una grabación especial para acostumbrarla gradualmente a los ruidos que tanto temor le causaban. Una vez que los ruidos ya no le causaban pavor inmediato (si bien la incomodidad ante ellos persistía), se pasó a la siguiente etapa de contracondicionamiento, que consistía en que la perra asociara los ruidos con algo positivo, o sea con un premio. Esto sólo se consigue si el nivel de estrés del perro es lo suficientemente bajo como para aceptar la recompensa. Si el nivel es demasiado alto, el perro dejerá de aceptar incluso su premio favorito.

Gracias al método y la perseverancia (también de los dueños que apoyaron el entrenamiento entre sesión y sesión), Balú ya no presenta una reacción de pánico ante ruidos fuertes. A principios de diciembre de cada año se repite brevemente la segunda fase del adiestramiento como refuerzo y preparación para el fin de año.